VALDECILLA: EL GRAN FRAUDE
Dieciséis
años después del accidente y tras más de una década de obras, por fin hemos
inaugurado la 3ª Fase del nuevo Hospital Valdecilla. Y hemos podido ver, una
vez más, cómo nuestros dirigentes políticos se apuntaban el tanto sobre su
construcción, su financiación, el éxito de su gestión... También hemos podido
ver cómo los medios de comunicación local daban cuenta del evento y, una vez
más, se quedaban en lo externo, en la fachada: el nuevo Valdecilla es
super-moderno y cuenta con unas instalaciones fantásticas.
Sin
embargo, han pasado ya un par de meses desde los primeros traslados a tan
esplendoroso hospital y nadie se ha molestado, una vez más, en considerar la
humilde opinión de los trabajadores del centro. Probablemente se deba a la
falta de costumbre, pues nunca, en todos
estos años de obras y proyectos se les ha preguntado nada a los
trabajadores, ni desde la dirección del propio hospital, ni desde los
representantes políticos, ni desde los medios de comunicación.
Pues
bien, ya que sabemos que nadie nos va a preguntar, perdonen si por esta vez
levantamos la voz y tenemos el descaro de opinar sobre el Hospital de todos los
cántabros, desde nuestro doble punto de vista: como trabajadores y como
usuarios de sus servicios.
El
nuevo Valdecilla como instalación hotelera puede alcanzar una buena nota, sin
embargo, creemos que Valdecilla debe seguir siendo un hospital y, como tal,
está más cerca del muy deficiente que del aprobado.
Es
probable que quienes han proyectado y diseñado estas obras (incluidos los
políticos, gestores, directores, asesores...) tengan más conocimientos técnicos
y una visión más amplia de la de cualquier trabajador del hospital, pero cuando
pasas siete horas diarias en las “flamantes” instalaciones, un día tras otro,
un mes tras otros, creemos que se adquiere la suficiente autoridad moral como
para opinar y, si no es mucho pedir, que se tenga en cuenta nuestra opinión,
aunque no deje en buen lugar a muchos de los llamados “responsables”.
En
el nuevo hospital no encontrarán ustedes la más mínima funcionalidad; el
reparto de los espacios está pensado para que los trabajadores empleen más
tiempo en recorrer pasillos que en atender a los enfermos: almacén en la zona
sur, medicación en la zona norte, lencería en la zona sur, útiles de aseo en la
zona norte...
Desde
el mal llamado “control” de enfermería, apenas se controla nada de lo que
ocurre en la planta. Sólo están a la vista 8 de las 24 habitaciones.
Los
timbres de las habitaciones se han dejado “escondidos” en los marcos de unas puertas
retranqueadas, lo que obliga a recorrer el pasillo buscando la luz o
desplazarse hasta el control para saber quién llama.
Las
áreas de trabajo y estar de auxiliares y enfermeros adolecen de un notable
desprecio hacia estos trabajadores y hacia unas condiciones de trabajo
mínimamente adecuadas: El área de trabajo (zona de ordenadores) se ilumina
mediante sensor de movimiento. Si se está trabajando en el ordenador no hay
movimiento, luego la luz se apaga. En el cuarto de estar caben sólo tres personas,
el resto de la plantilla ha de pedir la vez para entrar.
Todas
las ventanas están cerradas con llave. No se ventila ninguna instancia, suceda
lo que suceda.
Pueden
parecer datos anecdóticos, pero en realidad son múltiples inconvenientes que
interfieren en la realización de nuestra labor y repercute en la calidad
asistencial. Y es muy importante, señor lector, que no se quede sólo en el
detalle y saque la conclusión de que son quejas de un puñado de trabajadores
que no tienen otra cosa de qué quejarse. Permítanos ayudarle mostrándole esta
misma realidad desde la perspectiva del paciente.
Nos
vendieron la idea de habitaciones individuales con sofá cama para acompañantes.
Luego, en voz más baja, nos dijeron que cabía la posibilidad de doblar y ubicar
dos pacientes. La posibilidad se ha hecho realidad desde el primer momento: las
habitaciones dejan de ser individuales, el sofá cama se retira y el segundo
paciente se sitúa frente por frente del primero, no en paralelo, sino unidos
por los pies de la cama. ¿La intimidad?. Es un bien de lujo que el hospital no
puede ofrecer.
El
segundo paciente no dispone de televisión (el primero sí), controla solo una
cortina (el primero, dos), dispone de dos llaves de luz (el primero de 3), y lo
más importante: según entra en la habitación no hay instalación de aspirado
(para casos de atragantamiento, flemas...), hay que pedir que traigan un
acople.
Ante
esta situación, lo normal es que cualquier paciente se niegue a ser atendido de
ese modo, pero la opción que le va a dar el hospital es la siguiente: “Estas
son las condiciones, si no está de acuerdo puede pedir el alta voluntaria”.
Durante
más de una década se nos ha pedido a los trabajadores muchos sacrificios y a
los pacientes buenas dosis de generosidad. Hemos estado trabajando en
condiciones que rayaban la ilegalidad, sin los mínimos requisitos para atender
con dignidad, pero siempre pensábamos que era tiempo de sacrificios hasta que
acabasen las obras. Los trabajadores hemos visto muchas cosas y hemos callado
otras tantas porque todo era consecuencia del accidente y la situación
cambiaría cuando el nuevo Valdecilla estuviese terminado. Pero después de todas
esas promesas de algo nuevo que iba a satisfacer con creces todo el esfuerzo
realizado tanto por trabajadores como por pacientes ¿con qué nos encontramos?.
Nos
encontramos con un hospital que es un fraude. Nos encontramos con que no hay
espacio para unas consultas. No encontramos con situaciones de precariedad casi
idénticas a las vividas inmediatamente después de la caída del edificio de
Trauma. Eso sí, de todo este desaguisado nadie se va a hacer cargo. Los que se
pegaban por ponerse la medalla al acabar la obra desaparecen cuando se les pide
responsabilidades de un dinero de todos, invertido de esta manera tan chapucera.
Pero esto no es lo peor, lo peor es que después de haber estado viviendo una
situación precaria durante quince años, sostenidos con la esperanza de un nuevo
hospital, ahora nos enfrentamos, si nadie pone solución, a una situación
precaria para siempre y sin esperanza ninguna.
Creemos
que la sociedad cántabra debe conocer de primera mano la realidad del hospital
y debe movilizarse y hacer llegar su voz al Gobierno Regional y a todas las
instituciones. No podemos dejar así el Hospital.